De tal cesta, tal silbato

7 enero, 2018


Autor: Laura Bayer Yepes
Fotografía: Andrés Henao Álvarez

Cuando Andrés Felipe Pérez Marín supo que sería árbitro de nuevo en un Festival de Fútbol de Salón, inmediatamente decidió con su mamá, Niryam Marín, viajar a Medellín esa misma noche desde Segovia. Los dos estaban felices.

Niryam, como Andrés, es árbitro de fútbol de salón, pero además de eso es jugadora de baloncesto. Andrés, por su parte, dribla con la pelota naranja desde los nueve años, y con tan solo once, su mamá le pidió que reemplazara a uno de sus compañeros en el arbitraje de un partido al que el tercer árbitro nunca llegó.

“Desde muy niño le enseñé a planillar y mezclaba las dos, el baloncesto y el fútbol de salón”, cuenta Niryam. “No me imaginaba que por qué un árbitro no fuera a llenar la planilla con jugadores, faltas y goles, yo iba a terminar pitando partidos nacionales”, dice Andrés, quien comenzó planillando, pasó a pitar para juegos escolares, se convirtió en juez de departamentales y ahora, 2018 es su segundo año como árbitro en Festival de Festivales.

Andrés espera seguir las pasiones de su madre alternando el arbitraje con el baloncesto. Ahora que ya juzga partidos nacionales, espera llegar a jugar con la selección Colombia de baloncesto, meta que se le escapó el año pasado porque un árbitro le pitó cuatro faltas y lo expulsaron del juego. “Salí, el otro equipo remontó y perdimos”, recuerda. “Pero ponerme a discutir con un árbitro es aceptar que otro jugador me discuta a mí. Por eso más bien me calmo, porque soy árbitro y sé que como uno se equivoca también puede hacer las cosas bien”.