Por: Carolina Cortés
José De Los Santos corría en las carreras que su profesor de Sociales y Educación Física hacía en la escuela. Era un corredor ágil, rápido y resistente. Por sugerencia de su maestro se presentó a la Liga de Atletismo, tomó el chequeó y clasificó. En 3 minutos corrió 1000 metros y entre 15 competidores quedó de quinto. Por primera vez en su vida recorría una distancia tan larga.
Al llegar a su casa recibió el apoyo de sus padres pero entre algunas risas y bromas también las opiniones de sus hermanos. No creían posible que José pudiera llegar a ser un deportista de alto rendimiento y lo comparaban con los ídolos de aquella época: Víctor Mora y Álvaro Mejía, le insinuaba que aunque soñara jamás iba a lograr ser como ellos. Eran los años 60 y el atletismo tenía pocos representantes en el país.
Las dudas se disiparon después de que José llegara a las afueras de su casa y todos los vecinos lo rodearan y lo felicitaran al verlo bajar de un bus, con el trofeo que había ganado en la categoría Novato, en la carrera de Santa Cruz La Rosa, competencias de esa época en la ciudad de Medellín, denominadas Pruebas Tradicionales Callejeras Maratón, según José.
Así fue como José se encontró cada vez más cerca de esta disciplina, convirtiéndola en parte total de su vida al graduarse profesionalmente de Tecnólogo en deportes. Ejerce su carrera desde hace 27 años, se preocupa por sus pupilos y entiende que la etapa en la que se encuentran es de aprendizaje y que es allí, en los niños, donde se encuentra, como él lo llama, la “reserva deportiva” de nuestro país. Los valora hasta tal punto de que su participación como entrenador no depende del salario que ninguna entidad le brinde, ya que justo por esta época su contrato ha terminado y su asistencia depende únicamente de su amor por este deporte.