Por: Valentina Herrera Cardona
Entretanto terminan las últimas partidas de la mañana, una pequeña de ojos verdes observa detalladamente las elaboradas jugadas. Se trata de Sandra Atehortúa, la única representante de El Peñol en esta disciplina. Es tímida y callada, pero cuando le preguntan por su deporte se expresa con la facilidad y experiencia del más elocuente.
Tiene 12 años y hace dos practica continuamente ajedrez. Todo comenzó en la escuela de La Culebra, vereda de El Peñol, donde vive con sus padres. Melva Marín, su mamá, comenta que ella no sabía nada de eso y que se interesó cuando vio a su niña ganar algunas partidas en su primer departamental. “Ella me enseñó cómo se llamaban las fichas y los movimientos, pero eso sí, siempre me gana como en tres jugadas”. Sandra se ríe y agrega que esa es la llamada jugada del pastor.
Sin embargo, con su papá la tarea es más difícil: “Yo le digo que juguemos y él me responde que él no sabe qué es eso, que qué se va a jugar con esos ‘mochos de palos’”, cuenta Sandra entre carcajadas, a lo que agrega “yo le insisto, pero no, él no quiere”.
Además de su progenitora, la acompaña el profe Edwin que, aunque no es quien le enseña los movimientos del “Rey”, sí es el que la motiva e inscribe en todos los torneos y competencias posibles. Edwin cuenta que en El Peñol hay muchas personas aficionadas a este deporte, pero no hay un grupo o estamento organizado que las respalde o les permita jugarlo profesionalmente.
Sandra sigue pendiente de cada movimiento. Para ella jugar ajedrez es felicidad: “No sé cómo decirle, pero yo me siento muy bien, muy alegre cuando juego, es que me es difícil explicarle bien”. Luego de su participación en este Festival volverá a El Peñol para seguir practicando, como lo hace desde hace un tiempo, con su primo, uno de sus principales rivales.