No hay excusas para la gloria, y menos en el Babyfútbol Colanta

11 enero, 2025

Para hacer lo que a uno le gusta no hay excusas y Matías Cañaveral lo sabe. Viajar por más de 2 horas cada día para entrenar no es un problema para él y su familia. Es el sacrificio que lo hace feliz, que lo hace soñar y que lo tiene en el Festival de Festivales.

Foto: Manuel ‘Chino’ Quintero

Por: Diego Vega

Entra al campo para el segundo tiempo y hace lo que le gusta, lo que sabe. Se adueña del balón, atrae jugadores, engancha. Matías Cañaveral Gañan sabe que aunque inicie de titular o entre por 5 minutos del juego, las ganas deben ser las mismas, la concentración y la fortaleza mental debe estar a tope. Disfruta cada minuto de juego porque el esfuerzo que día a día sus papás y él hacen, es en pro de eso, de su alegría, de su futuro.

Matías vive en Santa Bárbara, Antioquia, y se transporta todos los días que tiene entrenamiento, un viaje que dura cerca de 2 horas de ida para llegar a Medellín y otras 2 para regresar a su casa. El amor al deporte le ha dado disciplina para hacer esta rutina desde los 8 años, luego de que lograra pasar a Estudiantil, equipo al que aspiraba jugar.

Desde los primeros meses de nacido tuvo su primera conexión con el fútbol. Su padre le cuenta que estaba llorando mucho, que nada le detenía su llanto. Le dieron tetero, lo cargaron y nada. Fue cuando le acercaron un balón que sus ojos empezaron a calmarse y el llanto cesó. Fue su primer vínculo con la pecosa, su felicidad.

Su familia lo sabía y por eso a los meses de aprender a caminar, inició a practicar con el papá. Años después, no tenía compañeros de su edad con quién entrenar, así que debía estar con los niños de 12 años. “Nadie me tocaba el balón”, recordó con una sonrisa. Él nunca pensó que aquel niño que practicaba con compañeros 7 y 8 años mayor que él, llegaría a competir en el Babyfútbol Colanta.

Para él, jugar el Festival de Festivales es un orgullo. “Todos los niños que tengan la oportunidad de jugar acá en la Marte Uno, que se la gocen y la disfruten mucho, porque esto solo pasa una vez en la vida”, afirmó. Con solo ver la tribuna llena de personas y pisar la gramilla de la cancha, ya se siente victorioso, sabe que no todos los niños llegan a competir en esta cancha y por eso se siente feliz, porque su perseverancia y sacrificio junto con la de sus padres están dando frutos.