Entre los tres goles que anotó en el mismo partido, Hary García no podría elegir el que más le gustó, pero si puede con seguridad decir que los dedica a sus padres y al entrenador Diego Bedoya por darle la oportunidad de jugar fútbol.
Cuando entró a la Escuela de fútbol del Atlético Nacional, Hary hacía los miércoles y viernes un recorrido de cuatro horas entre Jerusalén (Sonsón) y Medellín para asistir a los entrenamientos, pero al mes de ser convocada para el proceso de Ponyfútbol se mudó a Medellín a la casa de una familiar.
De Jerusalén extraña a su familia y amigos, y aunque quisiera volver a jugar con las veteranas en la vereda sabe que no puede hacerlo, por ahora, porque se expone a una lesión y a perder todo el sacrificio que ha hecho para estar en el equipo femenino de Atlético Nacional.