Por Julián Ochoa Restrepo
Foto: Andrés Ángel
Su cabello, que ya va por los 30 centímetros de largo, será para algún niño con cáncer. El de la cola de caballo que luce el papá, podrá tener el mismo destino.
Ricardo, el papá, es de Sonsón y Santiago, de Medellín. Ellos son una familia que todo lo hacen con un sentido provechoso o divertido. El mayor de ellos es un programador de sistemas que dedica mucho tiempo a su familia. El hijo será capitán de una astronave y dueño del puerto espacial que ya tiene diseñado.
A Santiago no le gusta la teletransportación porque desaparecer en un sitio y aparecer en otro tiene el riesgo de perderse algo interesante que pudiera haber recorriendo la distancia, y como él sabe que el tiempo pasa distinto en el espacio, no teme a envejecer mientras viaja.
El 15 de diciembre, Santiago Ospina cumplió 11 años y va para el sexto grado en el colegio Santa Catalina, de El Poblado. Le gustan los deportes de estrategia: tiene al ajedrez como parte de su recreación y no como una competencia, aunque la única vez que participó ganó una medalla. Dice que no sería hincha de los Yanquis de Nueva York en béisbol porque no le gustan “los equipos que siempre ganan”.
Su padre le cuestiona que entonces por qué es hincha del Atlético Nacional, respuesta que tiene lista el ajedrecista del pelo largo: “porque Nacional no siempre gana: América y Millonarios tienen casi tantas estrellas como el Verde”.
Santiago, que no es un ajedrecista que use aperturas o contraaperturas conocidas porque ha desarrollado las propias, nos cuenta mientras se la pasa entre ensayos de estrategias y conversaciones con su padre, esperando la próxima partida del Segundo Festival de Ajedrez de la Corporación Deportiva Los Paisitas y puliendo mentalmente el diseño de su puerto espacial adonde todos quisiéramos llegar de paso a otros astros.