Por: José Alejandro Calderón
Para estos niños jugar ajedrez comenzó como un entretenimiento en los recreos, una actividad de clase o algo para hacer después de la jornada escolar. Ahora se ha transformado en parte central de sus vidas y varios de ellos han logrado destacarse en el deporte ciencia. Ese es el caso de Bruno Simón Rodríguez, de apenas 8 años, quien a pesar de su corta edad ha participado en torneos departamentales, nacionales y continentales, siendo ahora parte de la primera edición del Festival de Ajedrez.
Bruno comenzó a jugar en búsqueda de un sustituto para los videojuegos de estrategia, una de sus actividades favoritas, así pasó de la pantalla y el mouse al tablero y los peones y gracias al apoyo de su padre y el acompañamiento recibido en el colegio, pudo desplegar sus capacidades.
Al igual que él, 7 son los demás niños que movieron sus primeras piezas en el Colombo, para después ser parte de los equipos representativos de La Estrella, entrenar en la Liga de Ajedrez, integrar algún club y participar en torneos de mayor escala, incluido el Festival de Festivales.
Jhon Alexander Restrepo, entrenador de la delegación de ajedrez de La Estrella, conoce y ha seguido de cerca el proceso de cada uno de estos chicos, que desde muy pequeños se introdujeron en el mundo del ajedrez. Para él, contar con los estudiantes del Colombo es una gran ventaja, porque son bastantes y su nivel es muy bueno, destaca a los hermanitos Piedrahita, las hermanitas Quintero, Dylan Vargas, Jerónimo Guerrero y a Bruno Simón Rodríguez.
Olga Lucía Ruiz, madre de María José y Juan David Piedrahita, reconoce el impacto positivo del ajedrez en los pequeños: “los tranquiliza, los relaja y les pone a trabajar la cabecita, me parece maravilloso.” Afirma ella. Por otro lado, Boris Rodríguez, padre de Bruno, sostiene que el ajedrez, más allá de los beneficios en el ámbito cognitivo e intelectual, ofrece una plataforma para enseñar valores como el trabajo duro, la constancia y el deseo de aprender.