Fotografía: Luis Benavides
Por: Mateo Arroyave Díaz
Caerse está permitido, pero levantarse es obligatorio. No es fácil recuperarse en la parte física y mental después de una lesión, menos si esta compromete una parte del cuerpo que es fundamental en la disciplina. Días antes de ir a Bucaramanga para jugar el Torneo de Garcis, Ámbar Nieto se fracturó los dos codos en medio de un partido; pudo ser el final de su carrera, pero para ella fue solo el comienzo de un proceso de maduración.
La historia comenzó en Bogotá a mediados de febrero de 2021 en la disputa por un balón. Su deseo de no perder la posesión la llevó a caer sobre sus dos brazos, quedando inmovilizada durante un mes, tiempo en el cual dependió de la ayuda de sus seres queridos para cosas tan básicas como alimentarse. Para su técnico, Andrey Rincón, aquellos factores no eran impedimento para viajar con el equipo, pues allí, la pívot podía aportarles a sus compañeras desde otra faceta.
Ámbar dejó de lado su uniforme de jugadora y empezó a portar con orgullo la indumentaria de asistente técnica, una experiencia que la hizo crecer bastante en la parte deportiva: “Aproveché para aprender muchísimo del profesor Andrey, cosas como analizar a los equipos, referenciar a las rivales y plantear diferentes estrategias de juego para poder sacar adelante un partido”, afirmó la chica de 13 años.
Siempre se mantuvo positiva y tuvo presente que aquella lesión la iba a volver mucho más fuerte. Subió de peso, perdió efectividad en su lanzamiento y tuvo otros inconvenientes, pero sacó pecho a la situación, entrenó más que nunca para recuperarse y al final se ganó un cupo dentro de la plantilla que participó en el Festival de Festivales.
El 16 de enero de 2022, en compañía de todos sus familiares en el coliseo Iván de Bedout, la bocina sonó decretando que el partido había acabado, pero a diferencia de otros encuentros, Ámbar esta vez se abrazó de inmediato con sus compañeras del Club Madelena Bogotá, pues al vencer 61-38 al Club CMP Adida en la final del Baby Baloncesto, la joven pudo tocar la gloria eterna con sus manos.
Todo su esfuerzo valió la pena, y ni las lesiones ni los tropiezos le imposibilitaron alcanzar su sueño: ganar la medalla de primer puesto.