Faltaban tres días para que su equipo jugara el primer partido del Ponyfútbol. “Fueron tres días eternos” dice Juan Manuel Castro, tras recordar el día de la inauguración del Festival de Festivales, cuando pisó el gramado de la Marte Uno por primera vez.
Sus ganas de correr tras la pelota, se dispararon tras ver a todas las delegaciones, a sus contrincantes y a tantas personas reunidas por una misma pasión.
Encontró la inspiración que necesitaba para comenzar a jugar fútbol en los deportistas que veía en televisión. Le llamaba la atención la pasión que demostraban tras una anotación y le gustaba ver a aquellos deportistas que corrían sin pausa tras la pelota.
Así actúa Juan Manuel dentro de la cancha. Es un jugador constante que además asegura que la mejor manera de apoyar a su equipo es estar en cada jugada para que sus compañeros se sientan respaldados. Por eso no es extraño ver a Juan Manuel en cada rincón de la cancha.
Sus padres fueron los únicos de la delegación del Deportivo Pereira que no pudieron asistir a Medellín. Pero esto no opaca los ánimos de este jugador de 1.20 metros de estatura, quien encuentra un apoyo constante en sus compañeros y en los padres asistentes que se convirtieron en su familia de viaje y con quienes se siente muy unido.
Como si esa compañía fuera poco, en medio de la distancia, Juan Manuel siente el apoyo constante de sus padres y familiares, que están atentos a todo lo que pasa tras cada partido.
“El Chiqui”, como le dicen los integrantes de su delegación, está en Medellín por primera vez. Aunque sintió miedo de las situaciones nuevas que pudiera encontrar en una ciudad tan grande. En contraste, nunca tuvo temor de los contrincantes que iba a encontrar en el torneo. Siente seguridad y confianza en sus compañeros y sabe que todo el esfuerzo y disciplina que tienen en cada entrenamiento va a rendir sus frutos.