Autora: Jessica Cano
Fotógrafo: Andrés Henao
Usa una gorra verde fluorescente que sobresale en los casi 400 jugadores en la sala, y para calmar la ansiedad en la partida mastica chicle, y debe ser cierto porque solo dejó de mover las manos mientras hablaba, cuando la mamá le trajo un bubbaloo rosado siguiendo las indicaciones que él le había hecho minutos antes de que no fuera amarillo, porque amarillo es de banano y de banano no le gusta.
Y ¿por qué estará tan ansioso un niño como Juan Esteban Tirado de once años? No es para menos, acaba de terminar un encuentro en donde ganó una partida que parecía terminar en tablas, o sea en empate. El ajedrez le gusta, lleva cuatro años jugando, entrena cinco veces a la semana y se emociona cuando en una partida va perdiendo y luego se recupera.
Capa Blanca de Sabaneta es el equipo con el que viene a participar. Es el equipo al que más le ha gustado pertenecer y donde siente que de verdad ha avanzado desde que practica el deporte ciencia.
Llegó a Colombia hace cinco años. Es de Venezuela, lugar de las “cachacas”, esas arepas que extraña y que tanto le gustaba ir a comprar con sus papás los fines de semana, y que, además, acompañaba con jugo de naranja. Sin embargo, este niño al que no le falta fluidez verbal ni carisma, disfruta Medellín y los recuerdos que ha ido construyendo, como la primera vez que estuvo en el Parque de los Pies Descalzos donde una caída en la que se mojó, lo hizo ponerse luego una camiseta del papá que le llegaba hasta las rodillas.
Es su segunda participación en el Festival de Ajedrez Indeportes Gobernación de Antioquia y se siente optimista luego de haber ganado las tres partidas que lleva hasta ahora. Seguramente su papá lo invitará a comer a su restaurante favorito, como en veces anteriores cuando comenzó a ver que ganaba en serio, porque como Juanes lo menciona, “el mundo quiere que llegue al podio”.