Fotografía: Donaldo Zuluaga
Por: Jorge Andrés Zuluaga
Con la mirada puesta en el cielo, sus manos atrás y con lágrimas que se asomaban tímidamente sobre sus ojos, Braian Garzón vivía el minuto de silencio previo al encuentro entre su equipo, Atlético Nacional, y el Deportivo Cali. La noche previa al compromiso, su hermano Esteban había fallecido tras un accidente de tránsito y toda la cancha Marte lo acompañó en ese solemne homenaje.
Luego del pitazo inicial, Braian, que es el capitán de su equipo, convirtió el dolor en ímpetu y carácter. Su hermano siempre lo motivaba para seguir adelante en su corta carrera deportiva y, por eso, mientras se realizaba la velación, Braian jugaba el Babyfútbol porque era la mejor forma de despedirlo.
El capitán verde luchaba, recuperaba balones y arengaba a sus compañeros. Tal vez por su cabeza pasaba la imagen de Esteban, orgulloso por ver desde el cielo el sueño cumplido de hacer parte del Festival de Festivales, y eso le ayudó a ser uno de los jugadores más destacados del encuentro. En el segundo tiempo fue sustituido y todos los asistentes al escenario deportivo se unieron para aplaudirlo y brindarle una ovación.
“El fútbol le ha dado una red de apoyo muy grande”, cuenta Lina Marcela Mejía, psicóloga de Atlético Nacional. El deporte es también una oportunidad para hacer catarsis y para que Braian le rinda tributo a una de las personas que más quiso en su vida. Por eso en sus guayos, su uniforme, su mente, sus jugadas, sus goles, su piel y su corazón él tendrá impregnado el recuerdo de su hermano a donde quiera que vaya.